El anuncio del EZLN de postular a una mujer indígena como candidata independiente en la elección presidencial de 2018 nos obliga a reflexionar sobre los alcances e implicaciones de esta decisión.
Partimos del principio de que las candidaturas independientes que se sostienen en causas y programas de acción claros siempre serán bienvenidas para oxigenar la vida democrática y para sacudir a un régimen de partidos anquilosado a pesar de la alternancia en los gobiernos y el pluralismo en la vida pública.
Por sí solo, el anuncio zapatista tiene otra serie de implicaciones para el país y los ciudadanos de cara a la discusión que tendrá lugar alrededor de la elección presidencial. Un elemento de la mayor importancia en la decisión de postular a una mujer indígena ?un hecho por cierto paradójico ya que en muchos municipios indígenas prevalecen usos y costumbres machistas? es la inclusión de los derechos de estas comunidades en el debate y la agenda electoral de 2018, un tema que de otra manera estaría ausente o marginado a un lugar remoto en las prioridades de los partidos.
Desde 2001 no se emprende un debate nacional en torno a los derechos de estos pueblos, de manera que la candidatura independiente del EZLN (que no ostenta el monopolio en la discusión de este tema trascendental) debe significar la reapertura de un debate necesario e inconcluso en el que participen otros grupos con propuestas importantes para reconstruir una agenda indígena amplia, responsable y seria.
La discusión de los derechos indígenas será la puerta de entrada a otros asuntos que deberán tener un espacio preponderante en la discusión de la elección presidencial: pobreza extrema y desigualdad; educación, alimentación y salud; discriminación y exclusión social; invasiones y despojos, tala ilegal, cuidado del medio ambiente, desplazamientos y desaparición forzada.
Otro aspecto relevante es que la candidatura zapatista deberá animar al debate entre las fuerzas progresistas del país, porque contrario a lo que piensan algunos, la crítica, la deliberación y la discusión entre fuerzas políticas es lo que puede ayudar a construir un proyecto de nación incluyente y de largo aliento. Por ello, resulta lamentable que existan voces desde los frentes partidistas e institucionales que se dediquen a minar y cuestionar las candidaturas independientes. Desde luego que éstas no son sacrosantas, deben ser objeto de la reflexión y el escrutinio público, pero eso y distribución del poder.
Es tiempo de entender que las candidaturas independientes no sólo son un vehículo de acceso al poder, son también un escaparate de las agendas y de las causas ciudadanas relegadas por los partidos.
Consolidar un régimen democrático implica abrir la discusión a las agendas de las minorías y promover un debate incluyente.