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Este joven quiere matar al tiempo

10 Octubre 2016

Este joven quiere matar al tiempo

Autor: 
PABLO DE LLANO

De un individuo que entró en la universidad a los 16 años, se licenció en Historia a los 19, estudió Sociología en Cambridge a los 20, es profesor de Historia del Pensamiento del Siglo XX desde los 22 y que con 24 acaba de ser finalista del Premio Anagrama de Ensayo, no se puede esperar que le tenga mucho respeto al tiempo. De hecho, Luciano Concheiro lo quiere matar.
?La lentitud no es suficiente. Hay que ser radical y erradicar el tiempo?, dice Concheiro, nacido en la Ciudad de México en 1992, nieto de un guerrillero de la posguerra española y autor de Contra el tiempo.
Filosofía práctica del instante, la obra que le ha dado el segundo lugar del premio de la editorial española, otorgado al consagrado filósofo José Luis Pardo por un ensayo que pareciera suministrarle armas al niño: Estudios del malestar.
Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas. Desde la osadía de su rostro lampiño (¿Acaso sería posible emprender una batalla contra el tiempo cuando ya se te ha cerrado la barba?), Concheiro se distancia de los Movimientos por la Lentitud, las corrientes que defienden la calma en el comer, en el hacer, en el vivir.
?Se acaban volviendo otra mercancía del ciclo que critican?, afirma. ?El gurú de la lentitud, Carl Honoré, dice que el problema del éxito que ha tenido es que ahora vive todo el tiempo acelerado dando conferencias de un lado a otro?. Frente a un café con hielo en un mediodía soleado, Concheiro nos llama a ejercer ?resistencias temporales?, entendidas como actos individuales contra nuestra aceleración vital.
?Tenemos que combatir la visión hegemónica del tiempo, una dinámica de aceleración que tiene su explicación primaria en la exigencia de velocidad que emana del afán insaciable de ganancia del capitalismo?, explica. Tataranieto millennial de Carlos Marx, Concheiro compara la experiencia actual con una rueda de hámster. Somos roedores que giran ?a una velocidad frenética pero sin desplazamiento?.
?Es esa sensación diaria de que estamos en un barullo impresionante pero al mismo tiempo no pasa nada?.
Lo asemeja, también, a un ?scroll infinito?. La vida resbalando sobre una pantalla. El joven pensador no ofrece un manual contra el tiempo. ?No quiero que parezca que tengo la panacea: ?¡A la chingada el capitalismo, léete mi libro de 150 páginas y encontrarás la solución!? No, lo único que pretendo es apuntar a los resquicios de potencialidad de cambio.
Las prácticas no son universales ni pueden serlo. Siempre tenemos que estarlas buscando?, dice. Habla de procurar ?instantes? en los que el tiempo se suspenda. Menciona el budismo zen, a los monjes sufíes, a los franciscanos, las sutiles fotografías del artista Gabriel Orozco, como una en la que queda plasmado un soplo de vaho. Desde la cafetería observa y llama la atención al paso de un tipo que avanza junto al tráfico como una tortuga empujando un colchón sobre un carro. A Concheiro le gusta leer poesía en voz alta. Caminar sin rumbo fijo.
Cultivar una serenidad reflexiva, así sea atrapado en un atasco en la Ciudad de México, todo un desafío ontológico. Cree que en cualquier fragmento de cotidianeidad se puede hallar la oportunidad de darle un sopapo al imperio de la aceleración.
?Tenemos que construir una cronopolítica?, proclama.
Cuidadoso en el vestir, el joven que quiere acabar con el tiempo luce en la muñeca izquierda un sobrio Cartier de diseño clásico. ?Empecé a usarlo hace unos años porque sentía que yo no estaba manejando mis tiempos?.
Pura lógica filosófica: para intentar matar al tiempo, primero habrá que recuperarlo.