El país que las mujeres queremos
Las mujeres, así como la clase media, también tenemos aspiraciones, y desde hace mucho venimos anhelando y, sobretodo, construyendo un país para todas y todos, en el que nuestras aspiraciones tengan cabida, nuestras demandas tengan respuesta, nuestras vidas sean libres de violencias, donde la igualdad y la justicia se normalicen, donde podamos tener voz y criterio propios, en el que los trabajos de cuidados sean valorados como indispensables para la reproducción social; un país donde podamos asumir la conducción de nuestros cuerpos y nuestros destinos.
Sí, las mujeres hemos cometido el peor de los pecados, como lo llama Jesús Silva Herzog, el del aspirantismo, y desde hace tanto tiempo que se apareja con el pecado original, cuando las mujeres decidimos no conformarnos con el destino que los hombres han señalado para nuestras vidas y hemos decidido empoderarnos, ocupar el espacio público y transformar el poder.
De los muchos esfuerzos emprendidos por las mujeres para logarlo -manifestaciones, pronunciamientos, convenciones y tratados internacionales, leyes, políticas públicas, presupuestos etiquetados, teorías y herramientas metodológicas, etc.- el más sostenido y con resultados palpables han sido una serie de reformas, sentencias, lineamientos y medidas administrativas para el reconocimiento pleno de los derechos políticos de las mujeres que nos trajeron a la legislatura de la paridad y al mayor número de mujeres contendiendo y ocupando cargos de decisión pública en la historia de México.
Así pues, de acuerdo a los resultados preliminares de las elecciones del 6 de junio, tendremos al menos 246 mujeres diputadas en la LXV legislatura (5 más que en la que estamos terminando); habrá varios congresos locales en los que las mujeres superarán por primera vez el número de hombres (cuando por decenios estuvieron integrados mayoritariamente o solo por ellos); habrá 6 nuevas mujeres gobernadoras (en toda la historia había habido solo 9, y nunca más de dos simultáneamente); y el número de mujeres alcaldesas rondará el 30% de los ayuntamientos que fueron a elección.
No está de más insistir en que, independientemente de las capacidades y obstáculos que las candidatas han tenido que afrontar, el mayor número de mujeres en cargos públicos se debe a que muchas mujeres, generación tras generación, han puesto su empeño en hacer de la igualdad no solo una aspiración, sino un camino. De manera particular, durante los últimos 25 años, pasamos de una recomendación legal, a un sistema de cuotas con sanciones efectivas ante su incumplimiento; de sentencias de los tribunales al reconocimiento de la paridad; de una serie de medidas afirmativas, pasando por un marco legal contra la violencia política, a la paridad en las gubernaturas, para llegar a la paridad en todo, incluidas la iniciativa privada y otros espacios de decisiones. También demandamos paridad en gabinetes y en los órganos de gobierno de los congresos.
Por lo mismo, es necesario recordar y hacer ver a las gobernadoras, diputadas, alcaldesas, y regidoras que llegan, que mas allá de colores partidarios, agendas políticas y visiones personales, tienen un compromiso ineludible con las mujeres para atender sus demandas y necesidades, y desde el cargo que ocupan sumar sus esfuerzos para disminuir las brechas de desigualdad, ponerle un alto a las violencias que viven las mujeres, generar las condiciones para la igualdad sustantiva, destinar recursos públicos y emprender los programas que sean necesarios, imprimir una mirada de género en sus decisiones diarias y seguir construyendo el país que las mujeres queremos.
También es importante decirle a las mujeres que llegan a los cargos públicos que no están solas, que sabemos aún enfrentan muchas resistencias y múltiples retos, pero que en este camino nos encontramos muchas mujeres que estaremos a su lado para transformar el poder y seguir caminando juntas por la anhelada igualdad.