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El arte está en los estantes

13 Febrero 2017

El arte está en los estantes

Autor: 
Jori Finkel

Todo comenzó como un gesto de amistad. Hace unos cinco años, el artista Gabriel Orozco comenzó a imprimir adhesivos de colores que imitaban la geometría de sus pinturas abstractas: semicírculos y cuadrantes de círculo de color rojo, dorado, blanco y azul. Pegó los patrones al reverso de su celular e hizo lo mismo con sus amigos, como un regalo sin mucha importancia.

Ahora este artista –tan aclamado que fue capaz de vender una caja de zapatos vacía al Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York– está a punto de descubrir qué tanto valen para el público sus coloridos objetos artísticos.

Para su nuevo proyecto, que se inauguró en Ciudad de México el miércoles 8 de febrero, transformó la galería Kurimanzutto en una tienda de conveniencia Oxxo, totalmente surtida y en funcionamiento; incluso cuenta con cajas de cobro, empleados, barra de café y la habitual mezcla de dulces, preservativos, refrescos y papel de baño. La única diferencia es que Orozco añadió sus propios logotipos coloridos a una selección de 300 productos, que incluyen desde latas de cerveza Dos Equis y jugos de Jumex hasta empaques de cigarros Camel y chicles Orbit. Todos los productos están a la venta.

Es un ejemplo de la explotación, que desde hace tiempo hace Orozco, de los intercambios y encuentros sociales de la vida cotidiana. También es un vasto experimento de la comercialización del arte que, por una parte, cuestiona hasta qué punto el arte debe ser mercancía y, a la vez, trata de hacer la experiencia de la galería más accesible y al alcance del público.

Los precios de sus “productos” cambiarán con el transcurso del tiempo y la demanda, según una compleja serie de reglas. Comúnmente, hablando de precios estándar de una galería, el costo de los “productos misceláneos” como impresos y fotografías suele aumentar a medida que se vende la edición.

Pero en este caso, dado que la edición de cada pieza va de tres a diez copias, los precios arrancan en 15.000 dólares (que se acercan a los precios que suelen ofertarse a los principales coleccionistas a los que se ofrece la obra en primera instancia y que posiblemente quieran monopolizar una línea de productos específica). Con el tiempo, bajarán a 60 dólares, cuando se acerque el último día del proyecto, el 16 de marzo.

“Para mí esto es un juego, un juego extraño, divertido, con elementos del Monopoly, el ajedrez, el Go y tal vez el backgammon”, dijo Orozco, cuyos cabellos grises ensortijados y suéter de punto de lana lo hacen ver como un profesor a la moda. Orozco hablaba durante una pausa de la instalación de la “tienda”, en la que sus asistentes colocaban adhesivos a los empaques, mientras caminaba de un lado al otro y fumaba en el patio de Kurimanzutto, afuera de la entrada donde está el letrero oficial de Oxxo, amarillo y rojo, el cual tiene la fuerza gráfica del mejor Arte Pop.

“Es una forma de hacer que colapsen dos sistemas distintos en el mismo espacio físico: el mercado del arte, que tiene que ver con la exclusividad y los precios elevados, y el mercado de los bienes de consumo de todos los días con su disponibilidad masiva y bajos precios”, comentó. “Me interesa la turbulencia que crea”.

Una compleja gráfica circular diseñada por Orozco da seguimiento a las ventas y la disponibilidad. Si se venden todas las piezas, el ingreso neto sería de alrededor de cinco millones de dólares.

¿Así que este es el último ejemplo de una máquina de hacer dinero a cargo de un artista que coloca su sello en todo, emulando el espíritu de las grandes marcas del mundo del arte como Damien Hirst y Andy Warhol?

Orozco niega con la cabeza, señalando que las ganancias no son la única meta. “En realidad esta es una apuesta”, dijo. “La galería está haciendo una apuesta porque no necesita entrar en este absurdo sistema de precios que ya les provoca dolores de cabeza. Yo estoy haciendo una apuesta porque puedo quedar mal si mi sistema es un fracaso. Y pienso que los consumidores también necesitarán un poco de fe”.

“Si el sistema funciona, todo mundo gana y se va con algo de valor”, agregó. “Si no, por lo menos los compradores se pueden ir con una pequeña obra de arte mía que espero les guste y pongan en una repisa”.

Orozco no es el primer artista que exhibe una tienda de abarrotes; Claes Oldenburg inauguró un escaparate en el Lower East Side de Nueva York durante un mes en 1961 para vender versiones escultóricas de cigarros, barras de chocolate y artículos de la vida cotidiana. En 2007, el artista multimedia chino Xu Zhen llenó una exhibición de productos vacíos, que tituló “ShanghART Supermarket”, como una crítica a la globalización, invitando a los visitantes a comprar los productos o cuestionar su valor real.

Orozco comentó que la idea para este proyecto se le ocurrió hace seis meses mientras vivía en Tokio, “la capital de las tiendas de abarrotes”. Comenzó a reflexionar sobre la popularidad del Oxxo en México, donde hay 14.700 sucursales y cada semana abren unas 25 más.

Se puso en contacto con un miembro del consejo de Femsa, la empresa matriz de Oxxo, que lo ayudó con los derechos para reproducir un mural de la cerveza Sol en 2011. Conocido por su propia colección de arte y mecenazgo a la cultura, Femsa, el gigante de las bebidas y productos al menudeo con sede en Monterrey, México, aceptó organizar, proveer de personal y financiar una sucursal emergente de Oxxo en la galería Kurimanzutto.

Sin duda, la talla de Orozco ayudó a obtener este apoyo. Su padre fue la segunda generación del muralista mexicano Mario Orozco Rivera, quien trabajó con David Alfaro Siqueiros.

Orozco, de 54 años, fácilmente clasifica como el artista de arte contemporáneo más exitoso de México. El artista viene y va a Nueva York, Tokio, París y México con su esposa e hijo de 12 años, y ahora tiene planeado ir a Bali.

Empezó a ser reconocido mientras vivía en Nueva York en los noventa, al crear obras de factura sencilla o efímeras, y encontrar valor en los desechos. Para Home Run, obra de 1993, logró que los vecinos de los edificios aledaños al MoMA colocaran naranjas en sus ventanas, de tal manera que los destellos de color fueran visibles desde el museo. El mismo año, expuso la caja de zapatos vacía en la Bienal de Venecia. El año siguiente, clavó cuatro tapas transparentes de yogurt Danone a las paredes de la galería Marian Goodman.

Sus obras tempranas, algunas veces agrupadas junto con Rirkrit Tiravanija y Maurizio Cattelan como “estética relacional”, probaron tener una influencia enorme. Un signo de su poder fue que los críticos expresaron sentimientos similares a los de una traición romántica cuando Orozco dio un giro en 2004 y empezó a mostrar pinturas: diagramas coloridos formados a partir de fragmentos de círculos en un patrón de 2-1 o 1-2 de un movimiento del caballo en un tablero de ajedrez. En la retrospectiva de Orozco de 2009, en el MoMA, Jerry Saltz, el crítico de la revista New York, desestimó sus pinturas describiéndolas como protectores de pantalla de lujo: “forzadas, carentes de imaginación, banales y sin correr riesgos”; en pocas palabras dijo que Orozco era un vendido.

El proyecto del Oxxo puede leerse como una respuesta a críticos como este, ya que, en el proyecto, Orozco combina los diagramas de círculos con una exploración transparente, e incluso desafiante, del arte como una mercancía a través de un artículo familiar como una lata de Pepsi, con el logotipo de Orozco contraponiéndose a las famosas ondas de la marca.

Jessica Morgan, directora de Dia Art Foundation, quien anteriormente trabajó con Orozco en el Tate Modern de Londres, explica que “la circulación de las cosas en la vida cotidiana” es un tema importante en la obra del artista. “Tiene estas enormes ideas acerca del movimiento y la distribución y lo hace todo personal, tangible y en ocasiones muy hermoso”.

“Ha logrado conjugar la práctica conceptual con el interés verdadero en la creación de objetos”, añadió. “Su obra es muy táctil; siempre quieres tocarla, incluso si no debieras hacerlo”.

El proyecto también refleja otros intereses que Orozco ha tenido desde siempre, incluyendo el rescate de artículos de desecho. “De cierta forma, estoy comercializando basura”, ofreció, tomando café de un vaso del Oxxo. “Estoy vendiendo los subproductos del Oxxo: latas, botellas y empaques vacíos que por lo general acaban en la basura”.

También está trabajando con la forma misma de la galería, como lo hizo en 1995 en Amberes, Bélgica, donde transformó la galería Szwajcer en un pequeño estacionamiento al percatarse de que su galerista no tenía espacios de estacionamiento propios. Sus dibujos estaban colgados sobre los muros detrás de los automóviles.

El proyecto del Oxxo se relaciona con sus primeras intervenciones de venta al por menor. Se le ocurrió el concepto en la exposición inaugural de la galería Kurimanzutto de 1999: una decena de artistas se apoderaron de dos puestos del Mercado Medellín en la colonia Roma de Ciudad de México para vender obras de arte hechas con materiales encontrados en el mismo mercado.

Orozco colgó una pelota dentro de una bolsa de plástico envuelta con la delgada piel de la hoja de maguey, e hizo diez ejemplares. Monica Manzutto, su marchante, quedó sorprendida con la respuesta. “Un galerista fue al mercado a las 8 de la mañana y dijo: quiero todos los Orozcos”, comentó. “Nos enfrentamos al problema de la especulación muy rápidamente y entonces decidimos: No, solo puedes llevarte uno. Todos aprendimos de esa ocasión”.

Ahora que las pinturas de Orozco se venden normalmente en un costo millonario, ha crecido el deseo de evitar la especulación, motivando el precio de arranque de 15.000 dólares para las piezas del Oxxo y su decisión de “descontinuar” muchas líneas de producto en un momento clave del proyecto.

“Quiero evitar la especulación en ambos extremos: de los grandes coleccionistas que abusan de sus tiempos y de su poder para tener la primera elección y comprar todo barato, y también de alguien que entra a comprar algo a un bajo precio y lo pone en eBay”, dijo.

Además ha propuesto otras reglas, incluyendo una orden judicial contra las operaciones a partir de información privilegiada o los avisos a los coleccionistas de posibles descuentos. Transcurridos 30 días, no se permitirán más ventas.

Y para salvaguardar la obra contra la falsificación, hay una regla más: los compradores obtendrán un recibo por su compra que a su vez sirve como certificado de autenticidad. En la parte superior aparece un nuevo logotipo, algo así como un chiste local, con la contracción: “OROXXO”.