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De vida o muerte

16 Junio 2020

De vida o muerte

Autor: 
Martha Tagle

Contagio o hambre, es la disyuntiva que muchas personas enfrentan de cara a la contingencia sanitaria, cualquiera de las dos opciones tiene como riesgo latente la muerte. Sin embargo, esta disyuntiva solo se presenta para las personas con menos posibilidades económicas, quienes viven al día y que después de más de dos meses de confinamiento apenas si tienen lo mínimo para sobrevivir, si es que lo tienen.

De acuerdo a la primera Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) del INEGI, tan sólo en el primer mes de la emergencia sanitaria, al menos 12 millones de personas dejaron de laborar y perdieron sus ingresos; de ellos, cerca de 10 millones pertenecen a la economía informal y con base a los resultados de la propia ETOE, se trata de una suspensión laboral sin precepción de ingresos y sin certeza de mantener el vínculo laboral o de retorno al trabajo. A este dato, habrá que sumarle el reporte del IMSS de más de un millón de empleos formales perdidos de marzo a mayo y el millón de nuevos empleos que se requieren generar cada año.

Si estos datos los vemos más allá de los números, detrás de ellos hay millones de historias de familias que a estas alturas de la pandemia se encuentran desesperadas, y es de suponerse que es por esta información que la preocupación del gobierno federal se centra en apresurar el regreso a las actividades y a la “nueva normalidad”. Sin embargo, una reapertura poco planeada y sin medir todas las consecuencias al final no salvará la economía, ni las vidas.

Es por ello, que desde finales de mayo, un grupo de legisladoras (Laura Rojas, Lorena Villavicencio, Verónica Juárez y yo) junto con el Dr. Mauricio Merino, de la organización Nosotrxs, presentamos un exhorto al ejecutivo federal para la constitución del Ingreso Vital, a esta propuesta se sumaron más de 50 organizaciones y legisladores de todos los grupos parlamentarios.

 A la fecha, prácticamente todos los partidos han presentado iniciativas de reforma constitucional o legal que, con diferentes denominaciones y alcances, tienen al centro la misma idea: generar un ingreso mínimo de emergencia para todas las personas de bajos recursos que se han quedado sin ingresos por la pandemia, que no tienen cubertura de los programas sociales y que están en la disyuntiva de buscar un trabajo que les genere los recursos para la subsistencia de sus familias, aunque eso implique un riesgo para su salud; sin embargo, es preciso señalar que de acuerdo a las proyecciones económicas, conseguir un empleo será muy difícil durante varios meses, una vez iniciada la reactivación económica.

El ingreso vital no es una propuesta nueva, ni única; actualmente en países como Argentina, Belice, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, y recientemente en España se han impulsado programas o prestaciones económicas no contributivas, a cargo del Estado, como una medida para garantizar ingresos a personas en situación de vulnerabilidad, que atendería la situación de emergencia económica en la que se encuentran a raíz de la pandemia, pero que al mismo tiempo son recursos que se utilizarían directamente para el consumo de productos básicos, lo que implicaría un retorno inmediato al mercado y por lo tanto, también contribuyen a la reactivación.

La vida o la muerte no pueden ser una disyuntiva de las personas frente a los impactos de la emergencia sanitaria, corresponde al Estado generar las condiciones para garantizar los mínimos para la subsistencia, para eso existe. En México estamos en momentos cruciales para que la política funcione, generar los acuerdos necesarios, y hacer frente a la emergencia para evitar se convierta en una crisis social y eso implica atender la situación de las personas que más lo requieren.