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8 de marzo

2 Marzo 2021

8 de marzo

Autor: 
Martha Tagle

A unos días de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres es inevitable traer a nuestras mentes y corazones las imágenes del 8 de marzo del 2020, las calles inundadas de ríos violeta de mujeres de todas las generaciones y procedencias, unidas en una sola voz: “se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer”; y del potente silencio del “9 nadie se mueve” para hacer sentir la ausencia de las mujeres que cada día son asesinadas en México.

Ningún actor político entendió entonces, ninguno entiende ahora, que la fuerza motora de esas movilizaciones es la exigencia justa de un país con y para nosotras; no sin nosotras, ni a costa de nosotras. Pretendieron que las demandas perderían fuerza con el paso de los días y desaparecerían con la pandemia. A pesar de las dificultades, las mujeres siguieron saliendo a las calles a manifestarse junto con las víctimas, con las madres de personas desaparecidas o para denunciar feminicidios y a tomar la sede de los congresos locales con un pliego petitorio para que los legisladores hagan su trabajo.

Las medidas frente a la emergencia sanitaria ahondaron las desigualdades y confinaron a muchas mujeres a dormir con el enemigo, al mismo tiempo de sobrecargarlas de la responsabilidad de cuidar a sus familias, educar en casa a sus hijos e hijas, atender a las personas enfermas que el sistema de salud no atiende, mientras ven disminuidos sus, ya de por si, mínimos ingresos.

Ningún gobierno, estatal o federal, intentó formular respuestas, políticas o programas públicos para minimizar el impacto de la pandemia y atender las necesidades de las mujeres, ni para ponerle un alto a las violencias que son hoy la principal amenaza para el ejercicio pleno de nuestros derechos; antes bien, uno a uno se han ido desmantelando programas y presupuestos que, con deficiencias, pretendían disminuir brechas, emparejar el piso y atender, prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres.

Ante el oportunismo político de unos, la indiferencia de otros, y la cerrazón machista de quienes detentan el poder, tienen de frente a mujeres que no están dispuestas a callar más, que seguiremos levantando la voz hasta tirar el pacto patriarcal y acabar con las complicidades históricas entre hombres para mantener sus privilegios; terminar con la impunidad que cobra la vida de las mujeres; echar abajo el machismo que somete, usa y violenta nuestros cuerpos.

Por ello, no es politiquería denunciar a Félix Salgado Macedonio y señalar que un violador no será gobernador, pues “el Toro”, como se hace llamar, es el botón de muestra de lo que significa ese pacto patriarcal: un hombre, que puede abusar una y otra vez de las mujeres sin consecuencia, protegido por la impunidad, solapado por la complicidad, aplaudido por sus pares, empoderado por el patriarca como si se tratase de su hijo más querido, defendiendo su derecho a la presunción de inocencia. Mientras que del otro lado, sus víctimas, como la gran mayoría de las victimas de la violencia, no tienen garantizados sus derechos ni el acceso a la justicia. Sostener la candidatura de personajes como éste, es una afrenta más.

Este 8 de marzo por diferentes vías, restringidas por la pandemia, pero con la misma potencia e intención, la voz de las mujeres se hará escuchar de nuevo y será demanda central la exigencia de que ningún agresor llegue al poder, y que quede claro, es una demanda para todos: los oportunistas, los indiferentes y los necios, de todos los colores. Para transformar el poder se deben sacar a los violentadores, agresores y sus cómplices, sólo así podremos construir la igualdad.

Las feministas no somos una oposición, ni pretendemos serla, aunque el presidente se empeñe en reducirnos a eso, somos la fuerza transformadora que le da ruta y sentido a los sueños de un país más justo, equitativo e igualitario.