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Derechos culturales y desarrollo humano sustentable como mandato constitucional en México

28 Marzo 2017

Derechos culturales y desarrollo humano sustentable como mandato constitucional en México

De la incertidumbre al diálogo

En Julio de 2016, la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados de la LXIII Legislatura me convocó a participar en la Segunda Audiencia para pensar la legislación cultural en México. El tema de reflexión era Derechos Culturales, libro y lectura. Confieso que no tenía mucho entusiasmo, luego haber ido a muchos otros foros de los cuáles no se había logrado mucho. Sin embargo, después de consultarlo con creadores y gestores culturales, con algunos legisladores, y principalmente con la almohada, decidí aceptar.

Yo venía de una reflexión internacional sobre derechos culturales, siguiendo la trayectoria y el diálogo de Farida Shaheed, primera Relatora Especial de Derechos Culturales de Naciones Unidas, la reflexión de Friburgo, novedosa en México, pero con una década de haberse producido en Europa. Del análisis de los enfoques de derechos culturales en los instrumentos internacionales en atención a que, desde España, me habían distinguido con la candidatura para suceder a la Relatora en dicho cargo honorario. Fui seleccionada de entre decenas de candidatos de todo el mundo para una entrevista con el Consejo de Derechos Humanos del Alto Comisionado de Naciones Unidas. Esa entrevista ocurrió mientras estaba en un intercambio de ConArte con el programa CLAN de la Alcaldía Mayor de Bogotá en Colombia. Celebro el nombramiento de Karima Bennoune, una destacada profesora de leyes de la Universidad de California, quien ha elaborado un interesantísimo informe sobre las repercusiones del fundamentalismo y el extremismo sobre el disfrute de los derechos culturales.

Y si doy toda esta vuelta, es solo para expresar que al decidir volver a sentarme en una mesa de consulta ciudadana, hice conciencia de mi propia distancia de los espacios académicos y de reflexión de México, donde acaso he estado en  actividades del Colegio de la Frontera Norte o de la Universidad Autónoma de Chiapas. En realidad mis diálogos académicos o de política pública de la cultura han estado en España, Colombia, Brasil, Honduras o Sudáfrica, vinculados a procesos de desarrollo cultural,  formación de profesionales en gestión cultural o en la construcción de nuevos paradigmas a través de la Agenda 21 de la Cultura o de la Convención del 2005 de la UNESCO.

En México no suele haber espacio sistemático de diálogo, no por falta de interlocutores o de experiencias, de voces o de pensamiento especializado, sino porque no hay espacios estables para bordar en torno a las políticas públicas de la cultura, educación en artes, derechos culturales, cultura y desarrollo o cultura y paz, que son los temas de los que me ocupo. Dirijo en México una organización de la sociedad civil, ConArte , la cual ha cumplido ya 10 años de trabajar en enfoques transversales desde arte y cultura con la educación, el desarrollo social, el desarrollo urbano o la seguridad ciudadana, pero las fronteras entre la academia, los gobiernos y la sociedad civil, son todavía grandes.

Por otro lado, mi última experiencia en temas de legislación había sido en el Consejo Asesor, también honorario, de la propia Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados en dos legislaturas anteriores, donde entablé amistad y diálogo intelectual con Jorge Sánchez Cordero, Ricardo Fuentes, Déborah Holtz, entre otros especialistas.

De la mesa de diálogo a la redacción

En ese pequeño salón de San Ildefonso donde se llevó a cabo la Audiencia, compartimos mesa Raúl Ávila, a quien conocí ese día, sólo lo había leído; Luis Norberto Cacho, abogado de las instituciones culturales, Eduardo Vázquez, Secretario de Cultura de la Ciudad de México, Carlos Lara, estudioso de Gómez Morín y a quien hacía mucho no veía, Carlos Villaseñor, omnipresente en las redes sociales, siempre compartiendo generosamente, además de José Manuel Hermosillo y mi admirado Alfonso Hernández de Tepito. Los Diputados Santiago Taboada, Presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, Jorge Álvarez Maynez de Movimiento Ciudadano, Cristina Gaytán del PRD y Angélica Mondragón del PRI, también estaban presentes. En otra mesa estaba Sabina Berman. Recuerdo que saludé a Bertha Cea, nuestra anfitriona y a Saúl Juárez, hoy Subsecretario de Cultura.

Me habría gustado participar en el Foro de Consulta que organizó el Senado de la Republica, al cual también me invitaron, pero ya estaba en Ciudad Juárez cuando se llevó a cabo.

Para la  Segunda Audiencia de la Cámara de Diputados en la que si pude participar preparé un texto que no pude exponer  en su totalidad, dado lo escaso del tiempo. Lo titulé Derechos culturales y desarrollo humano sustentable, como mandato constitucional en México. Lo publico en este blog ahora que está por cerrarse un ciclo en materia de política y legislación culturales en México, para abrirse otro, luego de crearse la Secretaría de Cultura, hoy encabezada por María Cristina García Cepeda, quien acaba de anunciar 4 ejes de política cultural que en verdad comparto. Ahora que  está a punto de aprobarse de manera inminente, la nueva legislación cultural de México.

Lejos, muy lejos estaba de imaginar que más de medio año después de esa audiencia, Carlos Villaseñor, Raúl Ávila, Carlos Lara y yo, seríamos los cuatro redactores principales de un Documento Orientador que, el 22 de marzo de 2017, se convirtió en la Iniciativa de Ley General de Derechos Culturales presentada al Pleno de la Cámara de Diputados por la Comisión de Cultura y Cinematografía, en la voz de la Diputada Gaytán. Cuando esto sea historia, ya habrá manera de analizar este proceso.

Solo diré por el momento que si logramos llegar a esa propuesta, sin rupturas, juntos y en tan poco tiempo, es porque pusimos a un lado la vanidad, los intereses sectoriales, las discrepancias, las posturas inamovibles y pudimos entender que México es más grande que cada uno de nosotros.

Estamos a punto de cerrar un ciclo.

México lleva desde 1988 analizando y proponiendo diversas iniciativas para atender la necesidad de una legislación cultural que esté a la altura de su gran diversidad cultural. Hasta ahora no se había logrado, no sólo por diferencias e intereses, sino dicho de manera simplista, porque el propio marco constitucional y la debilidad de la institucionalidad de la cultura no lo permitían.

Hoy la situación es diferente. Tenemos una Secretaria de Cultura, un ramo presupuestal que hay que consolidar, un marco constitucional que nos permite un enfoque garantista de los derechos culturales de personas, pueblos y comunidades y sentar las bases de concurrencia entre federación, estados y municipios. La Constitución abre el marco para establecer nueva gobernanza para articular gobierno, empresa privada y sociedad civil en favor del desarrollo cultural. También para dar sustentabilidad económica a nuestro desarrollo cultural. Estamos en condiciones de transitar del siglo XX al XXI y de poner a México en letras grandes.

México fue el primer país del mundo que usó la palabra cultura en su Constitución. El país donde se  hizo la Declaración sobre Políticas Culturales que señaló que la cultura es un componente esencial del desarrollo. Hoy tenemos la oportunidad de ser el primer país que da un salto hacia el reconocimiento de los derechos culturales como la base y la materia a tutelar en la legislación.

El hecho es real y contundente, con independencia de qué decidan los legisladores de ambas Cámaras responsables de las definiciones, en las próximas semanas. Luego de 10 sesiones de diálogo en completa libertad entre los 14 integrantes del Consejo Redactor invitado por dicha Comisión, por primera vez en mucho tiempo, un grupo ciudadano diverso, heterogéneo, en algunos casos incluso contrapuesto en sus ideas, ha contribuido de manera honoraria  a subrayar el enfoque de los derechos culturales en México, con una argumentación y una propuesta integral que, convertida en iniciativa por los Diputados, habrá de tomarse en cuenta en los próximos días en el debate que establezcan los Legisladores, Secretarios Técnicos y asesores tanto en el Senado como en la misma Cámara de Diputados.

La  Iniciativa de Ley General de Derechos Culturales, será analizada junto con otras 4 propuestas elaboradas en el Senado de la República.  No se trata de poner a competir una contra otra, ni de hacer un rompecabezas, sino de pensar qué legislación puede abrir el mayor cauce posible para que México pueda hacer de su cultura un eje del desarrollo, un aporte para el combate a la pobreza, la recuperación de la paz, una mejor calidad de vida, mayor democracia y gobernabilidad.

Tal vez es mucho pedir a una ley. Es posible que así sea. Las leyes no son más que expresión de las realidades, las posibilidades  y las contradicciones que una sociedad vive en un momento de su historia. Pero de ese tamaño son los retos, no sólo de la legislación, sino de las políticas culturales y de todos los que hemos hecho de las artes y la cultura, del patrimonio y de la creación, la cinematografía, la comunicación, las tecnologías digitales o el diseño, el eje de nuestras vidas. De hecho, cualquier legislación que se produzca tarde o temprano deberá ser actualizada.

El reto de los legisladores y legisladoras es complejo. De su diálogo político y de técnica jurídica, de su disposición a mirar más allá de la visión partidista, de los intereses y los egos, de la posibilidad de abrirse a los enfoques del siglo XXI dependerá la futura legislación cultural en México. Se que pocos actores del sector cultural conocen las iniciativas en análisis en el Senado. Nuestra cultura política y la práctica de participación en procesos legislativos no son precisamente el rasgo dominante de nuestro medio. En todo caso, confío en que la madurez política se combine con visión de futuro.

Agradezco la confianza que depositó en mi la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados de la LXIII Legislatura, la libertad que nos dieron, porque es la base de toda creación.

Estoy profundamente agradecida del intercambio de ideas, de ideales, discrepancias, sueños y utopías de mis compañeros del Consejo Redactor. Les agradezco que por fin pude tener en México un lugar sistemático, que duró 3 meses, en donde analizar, intercambiar, disentir y compartir mucho de lo que pienso. El Consejo Redactor ha terminado su labor, dijo Alfonso Suárez del Real, otro de los integrantes clave de este proceso. No así nuestra participación. Somos parte de esa república de la cultura.

Estamos ante un momento histórico para  la vida cultural de México. No exagero.